Presentación
Versión en línea del Atlas Lingüístico de Puerto Rico (ALPR), el primer atlas de todo el dominio hispano, español y americano, que vio la luz por primera vez en 1948, con materiales recolectados en 1927-1928.
Enrique Pato
Université de Montréal, 2009
Doble justificación del ALPR en línea
En segundo lugar, todo investigador tiene la responsabilidad en el uso de los resultados obtenidos en su investigación y debe, además, beneficiar a la comunidad o grupo observado, de ahí que algunos autores hayan señalado otro compromiso para el investigador: la defensa de la investigación (Advocacy Research), mostrando así el valor práctico del trabajo realizado. Dicha postura está motivada directamente por el Principio del deber contraído postulado por Labov (1982: 172), según el cual el investigador que disponga de datos lingüísticos de alguna comunidad de habla está en la obligación de ponerlos en conocimiento de dicha comunidad cuando los necesite. A esta idea de que el conocimiento debe ser compartido, se une la propuesta de Wolfram (1993: 227) en el Principio de gratitud lingüística, por el cual el investigador que haya obtenido datos de miembros de una comunidad de habla debe buscar los modos prácticos de devolver el favor lingüístico que le han proporcionado.
Labov, W. 1982. “Objectivity and Commitment in Linguistic Science: The Case of the English Trial in Ann Arbor”. Language in Society, 11: 165-201.
Wolfram, W. 1993. “Ethical considerations in language awareness programs”. Issues in Applied Linguistics 4(2): 225-255.
Descarga de los mapas en alta resolución
Plan de trabajo
Hace años, durante el curso de 1927-1928, tuve ocasión de recorrer los pueblos de Puerto Rico y de estudiar algunos aspectos del español que en la isla se habla. Por diversos motivos, la elaboración de los datos recogidos en aquella fecha ha tenido que sufrir prolongadas interrupciones. Es posible que en algunos casos la situación actual de los hechos que aquí se mencionan no sea ya enteramente idéntica a la que entonces ofrecían.
En terreno tan conocido como el de Puerto Rico no había que esperar descubrimientos de modalidades importantes del habla local de las cuales no se tuviera noticia. Ya en la fecha indicada se habían publicado varios trabajos sobre el lenguaje puertorriqueño.
[Teófilo Marxuack, El lenguaje castellano en Puerto Rico, San Juan, 1903, enumera escuetamente como rasgos puertorriqueños hechos conocidos en el habla vulgar de todos los países de lengua española. C. Coll y Toste, “El idioma castellano de Puerto Rico”, en BHPR, 1923, VIII, 63 y sigs., trata de demostrar el carácter antiguo y castizo del lenguaje popular de la isla. Augusto Malaret, Vocabulario de Puerto Rico, San Juan, 1937, dedica un extenso prólogo a ampliar el tema comentado por Coll y Toste.]
Era sabido que en lo que se refiere al aspecto lingüístico, Puerto Rico presenta en general los mismos caracteres que distinguen a Cuba y Santo Domingo [República Dominicana] en el conjunto del español de América.
En los trabajos aludidos se informa particularmente de las peculiaridades en que el habla de las clases iletradas de Puerto Rico se aparta del español normal. No suele hacerse mención de que en este sentido existan diferencias entre las comarcas puertorriqueñas, fuera de los ligeros matices de dejos y cadencias que se observan en el lenguaje de cualquier país. En substancia, el habla popular de Puerto Rico era descrita como una unidad lingüística de caracteres uniformes. El objeto de mi trabajo consistía precisamente en examinar este punto mediante una investigación de tipo geográfico por los pueblos de la isla.
Diferencias de pronunciación, de morfología y de vocabularios existen en cualquier territorio en que las gentes de un mismo idioma hayan establecido su asiento. En todo país, al lado de las discrepancias de maneras de hablar debidas a razones de cultura, clase y situación que distinguen a unos individuos de otros, se dan divergencias lingüísticas relacionadas con las maneras y hábitos propios del habla de cada lugar. La iniciativa individual es, en efecto, el impulso básico en el desarrollo del lenguaje. No hay persona por humilde que sea que dentro de sus propios no haya ejercitado en algún momento su capacidad de invención expresiva. Desde los labios de su inventor la palabra se propaga con más o menos fortuna entre las demás gentes. Recorriendo los caminos de cualquier país se descubren las huellas de la suerte que han corrido muchas de estas creencias anónimas. Pero el individuo mismo en el acto de su pequeña invención actúa bajo la influencia del medio en que se ha formado su conciencia lingüística. Numerosos testimonios confirman el acierto con que desde hace años se ha venido advirtiendo que sin un cuidadoso examen geográfico se sustraen u ocultan a nuestros ojos muchos de los factores que intervienen en los problemas que la lingüística trata de explicar.
La mayor parte de las enseñanzas conocidas sobre esta materia se refieren a lenguas y dialectos formados en fechas remotas y desarrollados durante largos siglos de historia poco conocida. Falta saber hasta qué punto las lenguas europeas extendidas por el Nuevo Mundo han creado una geografía lingüística americana. Max L. Wagner advirtió cómo los cambios fonéticos y morfológicos experimentados por el español en su expansión por América estuvieron refrenados por influencias uniformadoras, conocidas o inconsistentes en los tiempos del latín vulgar. Una impresión distinta se recibe del examen del vocabulario americano, adaptado o inventado con amplia libertad y bajo innumerables estímulos. Vocablos nuevos, aceptaciones adicionales y modificaciones más o menos importantes de sonidos y palabras se ven repartidos por distintas regiones hispanoamericanas. El presente estudio aspira a participar modestamente en la exploración de este extenso campo de la información relativa a uno de los países más pequeños del hemisferio occidental.
[Frente a la estabilidad tradicional, base de la geografía lingüística, se oponen en los países más extensos y desarrollados de América, las grandes ciudades cosmopolitas, los inmensos espacios despoblados, las continuas corrientes de inmigrantes, los cambios de residencia de masas de habitantes bajo la invitación de nuevas empresas. Con activo y admirable esfuerzo, Hans Kurath y sus colaboradores acaban de publicar el Linguistic Atlas of New England, Providence, RI pero no se han extraído aún las enseñanzas de esta gran obra. Respecto a Hispanoamérica, P. Henríquez Ureña dio un paso esencial al distinguir las cinco amplias zonas en que la lengua se reparte: mexicana, antillana, andina, chilena y platense, así como al señalar las subdivisiones de la primera de estas zonas. La información del citado autor se encuentra resumida en su libro El español en Santo Domingo, Buenos Aires, 1940, págs. 29 y 30. La subdivisión dialectal de Chile fue indicada por Rodolfo Lenz, y la del Perú por Pedro M. Benvenuto Murrieta. Amado Alonso combinó el aspecto filológico y el geográfico en sus Problemas de Dialectología Hispanoamericana, Buenos Aires, 1930. Como primer intento de representación geográfica de una de estas cuestiones merece mención especial el mapa titulado “geografía del voseo”, por E. F. Tiscornia y Henríquez Ureña, incluido en el libro del primero, La lengua de Martín Fierro, Buenos Aires, 1930.]
Rasgos principales de Puerto Rico, que en la lectura de las páginas que siguen convendría tener siempre presentes, son su condición isleña, su reducido territorio, su accidentada topografía, la elevada densidad de su población, su elemento afro-antillano, su antigua y arraigada cultura hispánica y el cambio de situación que hace medio siglo puso al país bajo la dependencia de los Estados Unidos. Basta la enumeración de estas circunstancias para indicar desde el principio la escasa probabilidad de que la imagen de habla de Puerto Rico pueda reducirse a un simple cuadro de líneas sencillas y uniformes.
El aspecto geográfico del lenguaje requería ser examinado sobre las personas de clase más humilde y de una vida más apegada a sus lugares nativos. Se escogieron con este objeto 41 puntos entre los pueblos puertorriqueños, los cuales se aumentaron con dos puntos más de la vecina islita de Vieques. En cada lugar, aparte de las notas recogidas de la comunicación ordinaria, fueron examinadas una o dos personas mediante un cuestionario de 445 preguntas relativas a fenómenos de pronunciación, morfología, sintaxis y vocabulario.
[Se repiten aún de vez en cuando los argumentos que A. Thomas señaló contra ese uso del cuestionario con motivo del Atlas linguistique de la France, (A. Thomas, Nouveaux essais de philologie française, Paris, 1904), pero no se ha demostrado que se pueda hacer el Atlas del lenguaje de un país de ningún modo más perfecto. Aparte de esto no se puede negar que los efectos del cuestionario sobre la persona examinada son la mayoría de los casos modificaciones de la palabra tan legítimas como los que se producen en cualquier otra ocasión. Todo consiste en que el investigador sepa considerar la influencia de tales reacciones, no siempre iguales en todos los sujetos y lugares.]
Las personas estudiadas fueron con pocas excepciones labriegos de 40 a 60 años que apenas habían salido de sus barrios respectivos. Con esto queda declaradas las limitaciones de materia y método a que la investigación tuvo que someterse. El plazo de mi permanencia en Puerto Rico no me permitió desarrollar un plan más extenso. Quedó mucho por hacer para los que sientan inclinados a continuar este estudio.
El Dr. Thomas E. Benner, norteamericano de abierto espíritu que presidía la Universidad, facilitó con vivo interés la ejecución de este proyecto. Don Rafael Fabián, español de generoso corazón, tan adicto a su país como a la isla en la que pasó la mayor parte de su vida, cooperó a la subvención del trabajo. El Dr. J. J. Osuna, director de la Escuela Normal, movió en mi favor la extensa red de sus relaciones entre los maestros puertorriqueños. Don Rafael Ramírez, gran conocedor de la historia y folklore de Puerto Rico, me prestó valiosa ayuda en la impresión del cuestionario y preparación de las excursiones.
[Hago presente mi reconocimiento a la Editorial de la Universidad de Puerto Rico por haber tomado a su cargo la publicación de este libro y al American Council of Learned Societies por su ayuda para la confección de los mapas. Para la confección de los cuadernos de notas y del álbum usado en el interrogatorio, proporcionó don Valeriano Cantero los materiales más escogidos y el trabajo de la encuadernación. Los Sres. Mario Brau y Bagué me facilitaron varias de las láminas y dibujos del referido álbum.]
Tomás Navarro Tomás: Biblioteca en guerra
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Lugares y sujetos
Puerto Rico consta de 75 municipios, a los que hay que añadir los de dos pequeñas islas adyacentes de Vieques y Culebra. Cada municipio encierra en su término, además del centro o cabeza de la jurisdicción, varios lugares menores, cuyo número en el conjunto de la isla representa más de mil núcleos de población. Para designar los puntos más adecuados al objeto del trabajo fueron tenidas en cuanta las indicaciones de varias personas especialmente conocedoras del país.
Los lugares y sujetos escogidos fueron los siguientes:
- Aguada. Adolfo Matos, 45 años. Durante mucho tiempo, jornalero. Posee ahora un pequeño puesto de frutas y refrescos en una calle del pueblo. Hace con gusto el repaso del cuestionario y contesta con sencillez y espontaneidad.
- Arenales Altos, barrio de Isabela. Marcos Rosado, 42 años, jornalero. Pasa algunos meses, en época de zafra, en el próximo Arecibo. Cuesta trabajo hacerle reconocer algunas figuras del álbum, reacciona con fatiga y lentitud.
- Hato Arriba, barrio de Arecibo. Joaquín López, 45 años, jornalero. Inteligente y servicial, pero de aspecto enfermizo y palabra débil.
- Vega Baja. Mercedes Vega, 54 años, jornalero. Se acomoda pronto al repaso y contesta con soltura y rapidez.
- San Juan. Eusebio Delgado, 52 años, tipógrafo. Ha vivido siempre en la capital. Conoce poco las cosas del campo. Sobrio y exacto en los puntos de carácter general.
- Trujillo Alto. Pedro Mercado, unos 50 años. Cortador de caña en Trujillo y Río Piedras. Después, obrero en una fábrica de tabacos. Finalmente, ordenanza de la Universidad. Gran conocedor de las cosas del campo, fino, observador y puntual.
- Loíza. Agapito Andino, 57 años y Patricio López, 60 años. Ambos de color, jornaleros, y a veces vendedores ambulantes de frutas y pescados para los lugares próximos. El segundo reside regularmente en Medianía.
- Fajardo. Belén Robles, 51 años, jornalero. Solo conoce Fajardo y los barrios próximos. No ha estado nunca en San Juan. Discurre con natural lucidez y trata en muchos casos de imitar el lenguaje distinguido.
- Algarrobo, barrio de Mayagüez. José Abeillez, 23 años, comerciante. Se instruyó en la escuela de Algarrobo. Después se colocó como dependiente de comercio en el mismo lugar.
- Mayagüez. José Valle, 46 años, jornalero. Vivió hasta los 11 años en el barrio de Juan Alonso, del mismo término; después no ha salido de Mayagüez. Informador inteligente y eficaz.
- San Sebastián. Claudio Rosado, 42 años, jornalero. Suele ir a Lares y Aguadilla con encargos de sus amos. No conoce otros lugares.
- Las Marías. Juan Rosado, 32 años, jornalero. Ha trabajado algunas temporadas en Mayagüez y Guánica. No conoce otros pueblos. Interviene con frecuencia Demetrio Aponte, conserje de la escuela, también natural de Las Marías.
- Indiera Alta, barrio de Maricao. Pedro Vélez, 50 años, jornalero. Ha residido siempre en la Indiera. Solo de paso ha estado en Mayagüez y Yauco.
- Lares. Manuel Soto, 45 años, labrador. En época de labranza suele trabajar en lugares vecinos, especialmente en el Cibao (Aguadilla).
- Caguanas, barrio de Utuado. Epifanio Velasco, 68 años, jornalero. Ha pasado temporadas en Jayuya y Adjuntas en la recogida del café. Trabajó en la obras del ferrocarril del Arecibo. Inteligente y ágil, pero inquieto e inseguro.
- Utuado. Francisco González, 45 años, obrero municipal. Excelente sujeto, a pesar de su ruda apariencia, contesto sin recelos, con seguridad y sencillez.
- Sama, barrio de Jayuya. Felipe Pagán, 43 años, jornalero. Nació en Utuado, pero ha residido ordinariamente en Sama. Ha estado varias veces en Ponce, adonde los peones de Jayuya suelen ir a trabajar.
- Ciales. Joaquín Pagán, 43 años, jornalero. Su padre de Ciales, y su madre, de Carozal. Ha vivido siempre en Ciales. Algunas temporadas de zafra ha trabajado en Vega Baja y Manatí.
- Barros. José Burgos, 40 años, jornalero. Siempre en Barros, con excepción de algunos viajes a Vega Baja, desde hace poco es conserje de la escuela de Barros. Intervienen otro vecino, panadero, y una mujer de la familia de Burgos.
- Naranjito. Hemeterio Torres, 46 años, jornalero. Jíbaro vivo y agudo, empieza cohibido, pero se siente pronto en su terreno.
- Dajaos, barrio de Bayamón. Francisco M. Cabrera, 19 años, estudiante. Pasó en Dajaos y Bayamón sus años escolares. Llevaba unos meses en la Universidad. Conoce bien las cosas del campo y da información cuidadosa y exacta.
- Comerío. Juan Bautista Nieves, 70 años, y Avelino Vázquez, 45 años, jornaleros. Recojo notas de otros vecinos presentes y recibo valiosa información del inspector don Manuel Cruz, natural del mismo pueblo.
- Caguas. Tomás García, unos 50 años, mudador de vacas. Reside de ordinario en Punto Fijo, barrio cercano desde donde lleva a Caguas la leche ordeñada. Domina las materias campestres y contesta con rapidez y claridad.
- Tomás de Castro, barrio de Caguas. Federico Gotilla, unos 50 años, jornalero. Ha trabajado en varios lugares próximos a Caguas. Hombre humilde y servicial. Buen informador.
- San Lorenzo. Dolores Machín, 18 años. Hizo en San Lorenzo sus estudios escolares. Los continuó después en Santurce. Iba con frecuencia a San Lorenzo, donde tenía su familia.
- Peña Pobre, barrio de Naguabo. Juan de Dios Díaz, 58 años, jornalero. Nació en Humacao, pero vive desde niño en Peña Pobre. Se interesa por el cuestionario y muestra gran experiencia campesina.
- Naguabo. Eleuterio Gabiño, 45 años, torcedor de tabaco. Ha hecho algunos viajes por la isla vendiendo baratijas. Desde que trabaja el tabaco reside ordinariamente en Naguabo.
- Humacao. Celestino Castillo, 40 años, jornalero. Ha residido siempre en su pueblo. Contesta con reflexión y seguridad. A veces aparece preocupado por el deseo de expresarse con corrección.
- Rosario Alto, barrio de San Germán. Juan Rosa Casiano, unos 45 años, jornalero. Ha repartido su tiempo entre Rosario y Mayagüez. No ha estado en San Juan ni siquiera en Arecibo.
- Guamá, barrio de San Germán. Monserrate Arroyo, 57 años, jornalero. Nació en el barrio de Minillas (Sabana Grande), pero ha residido desde niño en Guamá.
- Monte Grande, barrio de Cabo Rojo. Domingo Andujar, 45 años. Trabaja desde joven en una hacienda de Bajura de Cabo Rojo. Ha estado de paso por San Germán y Mayagüez.
- La Parguera, barrio de Lajas. Ignacio Aponte, 41 años, vaquero. Ha trabajado desde siempre en la hacienda llamada El Anegado, cerca de Lajas. Ha estado de paso en Mayagüez y San Germán.
- Sabana Grande. Belén Martínez, 60 años, ama de llaves. Ha servido en casas de su pueblo, de San Juan y de Río Piedras. Trata visiblemente de refinar su lenguaje.
- Duey, barrio de Yauco. Angel Caravallo, 40 años, y Emilio Padilla, de la misma edad, ambos jornaleros. El primero, más resuelto para contestar, pero los dos de lenguaje muy semejante, hasta en los detalles más pequeños.
- Adjuntas. Bautista López, 50 años, jornalero. Reside de ordinario en el barrio de Garzas. Informador inteligente y cuidadoso. Intervienen con frecuencia vecinos que presencian el trabajo.
- Magueyes, barrio de Ponce. José González, jornalero. Nació en Guaraguao, otro barrio del mismo municipio, pero desde niño ha vivido en Magueyes. Intervienen su mujer y algunos vecinos.
- Palmarejo, barrio de Coamo. Juan de Jesús Rodríguez, 52 años, jornalero. Durante algún tiempo ha ejercido la venta de frutos menores por los pueblos cercanos. Ha vivido unos años en Cedros de Salinas y en Cuyón, barrio del mismo Coamo.
- Salinas. Miguel Cuadra, 70 años, jornalero. Ha vivido siempre en Salinas. Intervienen otros dos vecinos de 35 y 45 años.
- Vegas, barrio de Cayey. Mateo Cosme, de 45 años, jornalero. Ahora es timonero de arado o labrador, lo cual considera como “trabajo más liviano que el de halar azada”. Durante algún tiempo trabajo en una hacienda como pesebrero o mozo de caballos.
- Patillas. Pedro Ortiz, 44 años, jornalero. Reside de ordinario en el barrio de Caimitos. Solo ha estado de paso en Arroyo y Guayama. No conoce nada del resto de la isla.
- Maunabo. Wenceslao Rodríguez, 50 años, jornalero. Vive en el barrio de Quebrada Arenas, a cinco minutos de Maunabo. Interviene ocasionalmente otro sujeto de 45 años, natural del mismo Maunabo.
- Isabel Segunda, Vieques. Gabino Meléndez, 59 años, jornalero. Padres, de Vieques; abuelos, de Cabezas de Fajardo y Cabo Rojo; bisabuelos, españoles. Ha vivido siempre en Vieques, con excepción de dos o tres cortas visitas a Puerto Rico.
- Playa Grande, Vieques. Pedro Guadalupe, 41 años, jornalero. Padres de Vieques; abuelos de Guadalupe. Trabaja en una central azucarera. No conoce fuera de Vieques más que unos pueblos de la costa de Puerto Rico.
Agradecimientos
Mi agradecimiento a Èric Viladrich, por la concepción y revisión del sitio web, y a Valérie Streicher, por la ayuda en el escaneo de los mapas originales.
La Universidad de Puerto Rico (Recinto de Río Piedras) publicó en 1948 El español en Puerto Rico. Contribución a la geografía lingüística hispanoamericana, de Tomás Navarro Tomás, donde aparece por primera vez este atlas. El pueblo boricua constituyó en los años 1927 y 1928 la fuente de inspiración para el estudio de su variedad lingüística.
Derechos
Los datos del Atlas Lingüístico de Puerto Rico, en línea, constituyen una base de datos científica tal y como aparece definida y regulada en la Ley de propiedad intelectual de España. Además, y según esta Ley, se considera una obra compuesta, prestada, sin finalidad lucrativa y para fines de investigación y conservación.
Por la Ley de propiedad intelectual de Puerto Rico forma una obra fragmentada para fines didácticos e informativos, por lo que no goza de la protección del derecho de autor.
Ley de propiedad intelectual de Puerto Rico (Código Civil 1930, art. 359 Ley Núm. 96 del 15 de julio de 1988). Art. 359e Excepción a la protección (31 L.P.R.A. sec. 1401e): Salvo pacto en contrario, no podrán gozar de la protección del derecho moral de los autores aquellas obras creadas con el fin de anunciar entidades o de promover bienes o servicios. Tampoco gozará de esta protección la fragmentación que de una obra se haga para fines didácticos o informativos, siempre que se exprese el nombre del autor.
Advertencia
Las respuestas reunidas para cada una de las preguntas del cuestionario podrían ser objeto de un determinado mapa. En el siguiente altas se omiten, sin embargo, todos aquellos números cuya presentación no se haya considerado indispensable. En las secciones de gramática y vocabulario se suprimen los mapas correspondientes a las preguntas que prácticamente fueron contestadas de forma uniforme o con escasas discrepancias. Se prescinde asimismo de los números que tenían el papel de insistir sobre especiales puntos fonéticos. De la cuestión de la h aspirada, tratada en unos quince ejemplos, solo figura aquí el mapa de hacer, núm. 14. EL asunto relativo a la igualación de l y r, examinado también en un extenso número de vocablos, no ofrece en estos mapas más testimonios que los de palmillo y mazorca, núm. 17 y 18.
Con frecuencia se emplean signos geométricos para hacer más visible la distribución o agrupación de las variables homogéneas. En algunos casos se usan solamente estos signos cuando la escritura fonética no añade ningún interés especial. Figuran en cada cuadro los vocablos reconocidos como formas habituales y espontáneas. Al pie del mapa respectivo se indican las variantes subsidiarias que los mismos sujetos añadían o que ocasionalmente se manifestaban en los comentarios de los espectadores. Se incluye la referencia al lugar del texto en que se trata de la materia que el mapa presenta.
[En varias operaciones del trazado de los mapas he revivido valiosa ayuda de mis amigos don José Famadas y don José Ferrer. La transcripción fonética, en textos y mapas, caligráficamente deficiente, es de mi propia mano. La imperfección de la escritura esta en cierto modo compensada por su autenticidad autográfica].
En alguno mapas van señaladas las líneas divisorias entre unas y otras variantes. Es claro que tales líneas no pueden representar con detallada precisión los límites de cada fenómeno. En vista de que en Fajardo y Naguabo, por ejemplo, se da el nombre de moño a la parte recia del yugo, parece lógico suponer que en Ceiba, entre los dos pueblos citados, se designe también con el mismo nombre la parte referida. Dado que en Magueyes y Salinas se conoce el fruto del güiro con el nombre de marimbo, puede considerarse como probable que igual denominación se emplee también en los pueblos intermedios de Santa Isabel y Juana Díaz. Sin embargo, la variada sinonimia que en otros ejemplos se observa disminuye considerablemente el apoyo de tales deducciones. Al timón del arado que en la Aguada se le llama pértiga, en Isabela se le da el nombre de caña. ¿Cuál de dichos nombres habría que atribuir a Aguadilla, situada entre ambos municipios? Advertido que en Barros se recogió tayote y en Ponce tayón, ¿en cuál de dichas áreas habría que incluir a Villalba?
Ni siquiera es seguro que el nombre que se registra en un determinado barrio o en la cabeza de un municipio se dé uniformemente en todas las poblaciones de la misma jurisdicción. A la parte del arado que en Caguas se le llamó hocico, en el barrio próximo de Tomas de Castro se le denominó pico. El cubo de la rueda fue denominado en Rosario Alto con el nombre de manzana y en Guamá con el de bomba, dentro del mismo término de San Germán. Habría que examinar todos los barrios de la isla, que suman más de un millar, para establecer concretamente las áreas de las variantes que en cada concepto concurren. Por las razones señaladas los límites que figuran en los siguientes mapas, evitando la impresión detallada del trazo sinuoso, van indicados con simples líneas rectas, de acuerdo con el cuadro general obtenido en cada pregunta. Es de suponer en todo caso que el estudio de los lugares omitidos no hubiera alterado de manera importante los presentes resultados.